Iniciación al autocuidado - Cuestión de percepción
Nadie vive en un mundo objetivo. Todos vivimos en un mundo subjetivo al que nosotros mismos hemos dado sentido. El mundo que tú ves es distinto al que veo yo, y es imposible que puedas compartirlo con nadie.
Quizá ya lo sepas, pero el agua de pozo se mantiene a prácticamente la misma temperatura durante todo el año, a unos dieciocho grados. Se trata de un número objetivo y es el mismo mida quien mida la temperatura del agua. Sin embargo, cuando bebes en verano, parece que el agua está fresca y, si la bebes en invierno, parece que está templada. A pesar de que se trata de la misma agua y de los mismos dieciocho grados según el termómetro, te parece una cosa o la otra dependiendo de si es verano o invierno.
No es que sea una ilusión del ambiente.
Para TI, en este momento, que el agua del pozo esté fresca o templada es un hecho irrefutable. Eso es lo que significa vivir en un mundo subjetivo. La subjetividad de CÓMO VEMOS lo es todo, y es imposible escapar de la propia subjetividad. Ahora el mundo te parece un caos complicado y misterioso, pero si cambias, el mundo te parecerá un lugar sencillo. LO QUE IMPORTA NO ES CÓMO ES EL MUNDO, SINO CÓMO ERES TÚ.
Si miras el mundo a través de unas gafas oscuras, es natural que todo te parezca oscuro. Sin embargo, en esa situación, en lugar de lamentarte por la oscuridad del mundo, podrías quitarte las gafas. Es posible que, de repente, el mundo te pareciera excesivamente luminoso y cerraras los ojos involuntariamente. Quizá incluso quisieras volver a ponerte las gafas. De todos modos, la verdadera pregunta es la siguiente: ¿Puedes quitarte las gafas? ¿Puedes mirar el mundo directamente? ¿TIENES EL VALOR NECESARIO PARA ELLO?
Muchas veces creemos que nuestro pasado, todo lo que hemos vivido debe determinar lo que sucede en el aquí y ahora. Siguiendo esta creencia, se pensaría que el pasado determina el presente y que las causas controlan los efectos.
Pero ¿De qué nos sirve centrarnos en esto?
Si nos centramos solo en las causas pasadas e intentamos explicar las cosas únicamente mediante la relación de causa y efecto, acabamos en el determinismo. Por lo tanto, estaríamos afirmando que nuestro presente y futuro ya han sido decididos por el pasado y son inalterables.
Ahora pongamos de ejemplo la siguiente situación. Imagina que te has resfriado y tienes mucha fiebre, por lo tanto, vas al médico. Ahora imagina que el médico te dice que la causa de tu enfermedad es que, ayer, cuando saliste, no te abrigaste lo suficiente y, en consecuencia, te resfriaste. ¿Te quedarías contenta con esa respuesta? Probablemente no. Porque no hacemos nada con centrarnos en la causa o en el problema, sino que lo que quieres es una solución.
También es importante quedarse con la idea de que nuestras experiencias no nos determinan: lo que resulta determinante es el significado que le atribuimos.
Somos nosotros quienes determinamos nuestras vidas en función del significado que atribuyamos a esas experiencias del pasado. La vida no es algo que alguien nos da, sino algo que elegimos nosotros mismos, y también somos nosotros quienes decidimos cómo vivirla.

Autor: Melissa Hernandez Ledesma
Psicóloga especialista en ansiedad y gestión de conflictos