¿Qué es el tecnoestrés y cómo nos afecta?
En nuestra vida cotidiana cada vez estamos más hiperconectados a las nuevas tecnologías. La desconexión digital contribuye a evitar el desequilibrio entre las necesidades de la vida laboral y el libre desarrollo de la vida persona, y el tecnoestrés o fatiga tecnológica.
El tecnoestrés es un estado fisio-psicológico no saludable relacionado con el uso de las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación). Dicho estado se produce cuando se registra un desajuste entre las demandas que plantea el uso de las TIC y los recursos de los que disponemos para gestionarlas. Dos de sus causas principales son:
- Sobreabundancia de información y ruido comunicativo: bajo el neologismo infoxicación las personas expertas apuntan a la sobrecarga informativa como uno de los principales factores que contribuyen a la dificultad de discriminar las variables significativas y de tomar decisiones racionales de manera informada. Los intercambios inútiles de mensajes suponen un desgaste incremental.
- Always ON: los dispositivos móviles han creado la percepción de que las personas tienen que estar siempre conectadas y disponibles prácticamente las 24 horas del día, los 7 días a la semana. Un/a jefe/a que parta de esa premisa puede generar unos importantes niveles de tecnoestrés entre sus personas trabajadoras y difuminar las líneas de demarcación entre la vida personal y la laboral. La desconexión digital es una necesidad para que el tiempo recreativo sea realmente una re-creación, un tiempo en el cual nos recreemos, nos reconstituyamos como personas.
Todos los días nos levantamos con nuestra pequeña dosis de WhatsApp, seguido por otras de Instagram y múltiples notificaciones que provienen de fuentes como: Tik Tok, Gmail, Twitter o cualquier otra. Es una adicción tan invisible que cuesta trabajo reconocerla y aceptarla; los daños a ojos, oídos, manos y columna vertebral ya están documentados, sin contar sobrepeso y las secuelas emocionales como: ansiedad, depresión y aislamiento social, que generan por no estar presentes en las redes sociales. Sin embargo, la afectación a nuestro cerebro es aún mayor: internet está fundiéndolo, haciéndolo más pequeño, con menos conexiones cerebrales.
No solo estamos más distraídos, sino que somos menos productivos. La llamada multitarea no es una habilidad natural de nuestro cerebro, pero sí lo es cambiar la atención de una tarea de un momento a otro, con una pausa de un milisegundo entre cada actividad, lo cual impide que retengamos y memoricemos la información presentada. La adicción a las tecnologías de información y comunicación favorece la pérdida de memoria a largo y corto plazo; el aprendizaje es cada vez más superficial, pues únicamente recordamos encabezados y estamos perdiendo profundidad y capacidad de crítica, sólo reproducimos lo que otros publican.
Hemos relegado nuestra vida a nuestro algoritmo favorito, que nos ordena, mediante notificaciones, qué debemos comer, cuánto ejercicio debemos hacer, qué atajos tomar para llegar a casa, qué leer, escuchar y ver. Como dice Yuval Noah Harari (2016), nos estamos convirtiendo en hombres y mujeres algoritmo. Ante esta adicción invisible, ¿qué podemos hacer? Lo más fácil es tomar conciencia del daño y empezar una desintoxicación digital.

Autor: Melissa Hernandez Ledesma
Psicóloga especialista en ansiedad, estrés y gestión de conflictos