Yo no soy violento, amo a las mujeres.
Cuando se habla de violencia por razones de género, dirigida hacia las mujeres, se suscitan una serie de respuestas disímiles que van desde el reconocimiento, hasta la completa negación.
En las últimas décadas tuvieron lugar fuertes cambios sociales y culturales, impactando en los vínculos en gran parte de los países a nivel global, poniendo en tensión códigos, hábitos, costumbres, división de tareas, proyectos y deseos. Estos cambios que se han motorizado por el avance de movimientos sociales a finales de S XX a la actualidad, impactaron para que se plasmen y sancionen tratados internacionales, normativas nacionales para avanzar en derechos, visibilizar y abordar problemáticas, entre ellas las que se desprenden de las históricas relaciones desiguales entre varones y mujeres[1].
Lo que otrora era sostenido en cuanto a modo único o legítimo de relacionarse sexo-afectivamente, hoy se ha diversificado. El matrimonio ya no es la única via[2] para que dos personas estén juntxs. La familia nuclear heterosexual es una de las tantas formas de familia. Contamos con familias monoparentales, homoparentales, familias extensas, sólo por mencionar algunas.
Aquellos varones que ejercen/ejercieron violencia la mayor parte de las veces no ubican que su accionar sea violento. Algunos incluso manifiestan desagrado por la violencia que ejercen otros, pero la interpelación propia puede llegar a ser un camino arduo en el cual se valen de justificaciones de todo tipo: “ella no hace lo que tiene que hacer”; culpabilizaciones: “me provocó“, “ella comenzó”; negación: “yo no hice nada”; minimizaciones; “solamente le grite” “todas las parejas se pelean”; desprecios: “está loca, no sabe lo que dice”.
De alguna u otra manera, las mujeres han ido ocupando espacios que antes eran vedados, se fueron permitiendo sentir, disfrutar, decidir aquello que no quieren de parte de una pareja o compañero. Lo que en otras décadas era aceptado, soportado, naturalizado, hoy se ha resquebrajado. Esta conmoción, deja a muchos varones inermes, sin saber cómo responder o manejarse al relacionarse con las mujeres, otros se afianzan en modelos tradicionales.
Lo cierto es que proliferan nuevos malestares, sufrimientos y desencuentros en las relaciones.
El cuestionamiento de las representaciones que nos sostienen, que hacen a nuestra realidad, de los ideales que sostenemos sobre cómo “ser mujer”, “ser hombre”, de las identificaciones que nos constituyen, suelen ir acompañados de grandes montos de angustia, incertidumbre, tristeza, y requieren de acompañamiento y dirección del tratamiento psíquico. A la par, me resulta necesario hacer referencia a nuevas modalidades de exposición de las problemáticas en redes sociales, que conllevan a prácticas como la cancelación[3].
Es inevitable preguntarse sobre las consecuencias subjetivas como sociales de estas exclusiones. La cancelación opera en contra del abordaje y profundización de los problemas emergentes en una sociedad, como de la resolución de los conflictos. El escarnio público contra quien se califica de “violento” tiende a coagular el problema en un individuo, a quien se lo aísla como si fuera portador de una peste ¿Qué hay de las construcciones simbólicas sociales que posibilitan/fomentan que los varones se manifiesten de estos modos? ¿Qué hay de los modos de crianza y socialización que aún hoy se sostienen y legitiman el uso de la violencia física, la represión de los sentimientos, la dominancia, en los varones?
Mostrarse vulnerables, sufrientes y/o considerar que están actuando de manera violenta, va en contra de aquello que les han transmitido y los constituyó como sujetos masculinos. Comenzar a hablar sobre los temas que los incomodan, conflictúan en espacios de confianza es una de las vías apropiadas para revisar aspectos subjetivos y que repercuten en las relaciones.
Sin duda, estamos atravesando fuertes cambios, y está en nosotrxs preguntarnos cómo queremos afrontarlos, cómo queremos relacionarnos afectiva y/o sexualmente con otrxs, cómo vincularnos con nuestros hijxs, lo que no significa que sea una tarea simple.
Burin, M., Jiménez Guzmán, M. L., Meler, I. B., Barrutia, V., Boso, R., Collin Harguindeguy, L., … & Villa, A. M. (2007). Precariedad laboral y crisis de la masculinidad: impacto sobre las relaciones de género. Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales.
Méndez, L. B. (2002). Masculinidad hegemónica e identidad masculina. Dossiers feministes, 7-35.
Scott, J. W. (2015). El género: una categoría útil para el análisis histórico. El género: una categoría útil para el análisis histórico, 251-290.
Volnovich, J. C. (2010). Ir de putas: reflexiones acerca de los clientes de la prostitución. Topía Editorial.
[1] Hablo sólo de varones y mujeres en tanto este artículo está enfocado al análisis de las relaciones heterosexuales, en relación a la violencia por razones de género.
[2] Sostengo esta afirmación aludiendo de manera general a América y Europa.
[3] Fenómeno extendido de retirar el apoyo, ya sea moral, como financiero, digital e incluso social, a aquellas personas u organizaciones que se consideran inadmisibles, ello como consecuencia de determinados comentarios o acciones, independiente de la veracidad o falsedad de estos

Autora: Veronica Herrera
Psicóloga especialista en conflicto de parejas